22 enero 2024

“Mi nieto me hizo pasar por loca para adueñarse de mi fortuna”

 



A veces hay casos que cuesta creer que suceden en la vida real. Historias que parecen sacadas de una telenovela. La de la protagonista de este relato no es así. Ella la vivió en carne propia y la cuenta a los lectores de LISTÍN DIARIO convencida de que pasa más de lo que la gente cree. A ella uno de sus nietos la hizo pasar por enferma mental para administrar, adueñarse y despilfarrar su fortuna.

“Mi esposo murió y mis tres hijos nunca me reclamaron dinero ni bienes. Sólo la esposa de uno de ellos hacía insinuaciones que mi único yerno desarticulaba. Él es como un hijo para mí”. Llora porque dice extrañar los buenos momentos que vivían cuando todos se juntaban a hacer comidas de domingo. Para ese entonces, su marido vivía.

“Resulta que, al morir mi esposo, mi nieto mayor quiso quedarse conmigo en las afueras de la ciudad. Estudió negocios y Finanzas, y decidió ayudarme con estos temas de los que poco entendía, o más bien, entiendo”. En este momento sonríe, pero sin dejar de mostrar la tristeza que le provoca tocar este tema.

El caso es que, el joven que para entonces tenía 27 años, “logró que yo le firmara un poder para tener el control de todos los bienes, lo único que nunca llegó a concretarse fue un papel que le otorgara la casa donde vivía en mi país, o más bien mi casa donde me quedo cuando visito mi tierra”. Lo va contando y su rostro se enrojece de la impotencia que aún siente.

Un plan macabro

La protagonista de esta historia confiesa que propio de la edad, tenía algunos achaques, pero conforme pasaba el tiempo, sentía debilidad, se le olvidaban las cosas y no estaba nada bien. “Ya mi esposo tenía casi dos años de haber partido y casi ese tiempo lo tenía mi nieto conmigo. Al principio, todo marchaba de maravillas. Luego, las cosas tomaron otro rumbo. Yo le decía que no me sentía bien y él nunca me dijo que me llevaría al médico, no, señor, lo que hacía era medicarme, yo me dormía y despertaba peor”. Se le salen las lágrimas y decide tomarse un tiempito.  Con un nudo en la garganta logra decir: “Me daba algo que no recuerdo como se llama, al parecer me iba subiendo las dosis. La señora de confianza de la casa, me hacía un té y eso me daba algo de aliento. Mis hijos iban a visitarme y querían llevarme siempre al hospital, pero él les decía que me llevaría, que se hacía cargo. Nunca lo hizo, aunque los llamaba para decirles que todo estaba bien, que era por el duelo”. Al contar esto, baja la cabeza y cuando la levanta dice: “Comencé a decir incoherencias. La señora del servicio me lo decía cuando yo volvía en sí. Yo estaba asustada”. Llora.

No recuerda bien el fatídico día en que la internaron. “Sólo me acuerdo de que él le insistía en que me internaran, que yo estaba loca y era peligrosa. Después me enteré de que dijo que yo había golpeado a la señora del servicio, y no era cierto”. Luego supo que cada vez que sus hijos llamaban, su nieto le decía que estaba dormida y muy mejor cuando en realidad estaba en la ciudad en un centro de atención a enfermos mentales.

¿Cuándo lo supo la familia?

Al no tener noticias certeras de su madre, dos de sus tres hijos fueron al rancho a ver qué sucedía. La señora de la casa les había dicho que su nieto la había llevado a la ciudad para que la viera un médico y que ella no supo más. De eso hacía casi un mes.

“Cuando llegaron, mi hijo, que es el papá de esa persona, que ya no es nada mío, y mi hija, enloquecieron al no saber dónde yo estaba y sin poder comunicarse con él. No sé cómo se enteró que ellos estaban allá y ya no les volvió a tomar la llamada jamás”. Ahí comienza a descalabrarse la bella familia que ella creía que tenía.

“Ya no confío ni en mi sombra”

Cuando los hijos de la dueña de este relato fueron a ver qué era lo que en verdad pasaba con su mamá, ya hacía como un mes que no sabían de ella, creyendo que su pariente la estaba cuidando. “Duraron ese tiempo porque realmente, el rancho está muy retirado de la ciudad y ellos todos tienen compromisos”. Los justifica.

Ese día, al no encontrar ni a su madre ni al joven, llamaron al hermano menor, que había quedado en la ciudad. Le explicaron lo que estaba sucediendo “y fue instantáneo, después me contó mi hija. Él le dijo a ella que estaba casi seguro que su sobrino había hecho alguna fechoría”. No se equivocó, como tampoco el yerno de la protagonista de esta historia que hoy se cuenta gracias a las gestiones de una amiga dominicana llamada Marcia, que es quien le arregla el cabello a la dama.

Al hermano mayor y padre de quien convirtió en abuela a esta señora, y a la hija, no les quedó otra opción que irse a la ciudad a ver dónde su nieto la había internado.

“Ellos fueron al pueblo y no me encontraron en hospital alguno. Una doctora amiga de la familia le dio una lista para que me ubicaran en la capital,y así lo hicieron. Duraron más de una semana sin localizar el centro ni a ese muchacho”. Cada vez que lo menciona, le cuesta reponerse.

El día que la encontraron

“Fue la fecha más bella de mi vida. La atesoro, la llevo en mi corazón. Cuando vi a mis tres hijos frente a mis ojos…”. Llora a mares y se le espera. Se tranquiliza y prosigue: “Ya yo estaba en mi pleno juicio. Me habían desintoxicado de la basura que él me daba y con la que casi echa a perder mi cerebro. Tuve que seguir un tiempo más ahí, porque aunque me tenían por loca, me trataban muy bien”. Lo agradece.

Su apellido la ayudó. Al parecer, en su país, su familia es muy conocida y el que la hayan relacionado con ella, la ayudó a que le prestaran la debida atención. “Ellos se encontraban extraño que a mí nadie iba a verme. Luego un psiquiatra, que me agarró mucho cariño, me dijo que ellos iban a publicar mi foto o algo a ver si alguien me conocía, porque esa persona me dejó y nunca más volvió. Al principio pagaba y luego dejó de hacerlo. Mis hijos tuvieron que pagar mucho dinero el día que me dieron el alta médica”. La deuda acumulada era mucha y ella no podía disponer de su dinero por “incapacidad por problemas de salud mental”.

Lo peor del caso

La situación fue acabando con la familia. “Mi hijo mayor, que no tuvo culpa alguna, se enfermó. Cayó en depresión, aún está en tratamiento, y ya de eso hace casi cinco años. Se divorció de la madre de sus tres hijos porque ella siempre se puso del lado de quien ustedes saben. De hecho, tenemos la certeza de que él siempre se ha comunicado con ella y se han encontrado en Estados Unidos”. Ya esto no le molesta. Lo perdonó para sentir paz interior. “Pero mi hijo y el resto de la familia, no se lo ha dejado pasar”. Lo siente.

Otra consecuencia que trajo la ambición de su nieto fue la desconfianza que creó entre la familia. “Ya yo no confío ni en mi sombra. Esa experiencia me marcó, me causó traumas. No le deseo eso a nadie, y no por todo el dinero que hemos perdido, porque lo despilfarró, sino por el engaño de alguien de tu sangre, y sabiendo yo, lo serio que es su papá. Gracias a Dios, mis tres hijos no tienen ambición”. Eso la satisface. Sus demás nietos, seis en total, son “muy bien portados, al menos, eso veo hasta ahora”. Muestra sus dudas.

Para recuperar las escrituras de algunas propiedades, hubo que demostrar lo que hizo el nieto. Le quedan algunos bienes, pero “a mis hijos les va muy bien, están al pendiente, y saben que me gusta República Dominicana, y aquí vengo y paso tiempo indefinido con mi única hermana que hace tiempo vive aquí”. Termina su relato quien se atrevió a contarlo para la gente esté más pendiente y sepa que la maldad no es cosa de novela.

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