Un día como hoy, 25 de noviembre de 1960, fueron asesinadas las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, también conocidas como Las Mirabal o Mariposas.
En homenaje a Las hermanas Mirabal, la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 54/134 el 17 de diciembre de 1999, declaró el 25 de noviembre de cada año como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer o Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, invitando a gobiernos, organizaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales a convocar actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública sobre el problema de la violencia contra la mujer.
Las Mirabal fueron tres hermanas dominicanas que se opusieron fervientemente a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Las tres fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960.
Una cuarta hermana, Bélgica Adela «Dedé» Mirabal, no tuvo un papel activo en las actividades hechas contra el dictador.
La hermana mayor, Patria, no tenía el mismo nivel de actividad política que sus otras hermanas, pero las apoyaba; incluso prestaba su casa para guardar armamentos y herramientas de los insurgentes.
Las hermanas Mirabal crecieron en un hogar rural acomodado de la sección Ojo de Agua en el municipio Salcedo. El padre de las hermanas, Enrique Mirabal, fue un exitoso hombre de negocios.
Estudiaron como internas en el Colegio Inmaculada Concepción de La Vega, dirigido por monjas españolas de la Orden Terciarias Franciscanas de Jesús y María donde, tanto Minerva como María Teresa, se destacaron por su inteligencia e interés en el estudio.
Cuando Trujillo llegó al poder, su familia perdió casi toda su fortuna. Las Mirabal creían que Trujillo llevaría al país al caos y por ello entraron a formar parte de un grupo de oposición al régimen, conocido como la Agrupación política 14 de junio. Dentro de este grupo eran conocidas como Las Mariposas, se les conocía así, porque ese era el nombre con que Minerva se identificaba en las relaciones políticas.
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Dos de las hermanas, Minerva y María Teresa, fueron encarceladas, violadas y torturadas en varias ocasiones, una de ellas fue en la cárcel La Victoria. Ellas y sus esposos fueron sometidos a una cruel tortura durante el régimen de Trujillo. A pesar de estas situaciones, continuaron en su lucha por terminar con la dictadura. Después de varios encarcelamientos, Trujillo decidió terminar con las hermanas.
Este 25 de noviembre se cumplen 61 años del asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, también conocidas como Las Mirabal o Mariposas.
Trama y asesinato
El 18 de mayo de 1960, las hermanas Minerva y María Teresa habían sido juzgadas en Santo Domingo, al igual que sus esposos, por atentar contra la seguridad del estado dominicano. Se les declaró culpables y fueron condenadas a tres años de prisión. Inmediatamente todos comenzaron a purgar sus penas, pero ellas no durarían mucho en la cárcel.
En un gesto extraño, el 9 de agosto y por disposición expresa de Trujillo, Minerva y María Teresa Mirabal fueron puestas en libertad. Sus maridos, sin embargo, continuaron en prisión. Estas disposiciones de Trujillo tenían doble propósito: por un lado, pretendía demostrar su «generosidad»; por el otro, les daba la libertad a aquellas personas a quien él quería seguir hostilizando. Este último era el caso de Las Mirabal.
No bien habían pasado un par de semanas de la libertad, y ya existían informes sobre reuniones secretas contra el régimen encabezadas de nuevo por las Hermanas Mirabal. Esto, sumado a las presiones internacionales, entre muchas cosas, por el atentado en Venezuela contra el presidente Rómulo Betancourt
Por lo anterior, la OEA sancionó al estado dominicano con rompimiento de relaciones diplomáticas y económicas y la creciente caída de los diferentes regímenes dictatoriales en América Latina. En medio de un informe que inició de nuevo con los pasos que daban estas mujeres, rebosó la copa de la tolerancia de Trujillo quien ordenó al general Pupo Román un plan para desaparecer definitivamente a las Hermanas Mirabal.
El vehículo en el que murieron las hermanas Mirabal
Le recomendó usar al SIM para su ejecución. La primera medida que tomó Pupo Román fue el traslado de los presos a la cárcel de Salcedo, al parecer aparentando benevolencia, pues de este modo no tendrían que realizar largos viajes a la cárcel de La Victoria, que era donde cumplían sus penas los esposos. En verdad, esto era el inicio de la capitalización del plan para la eliminación de las hermanas Mirabal.
El General Pupo Román, cumpliendo las orientaciones del Generalísimo, dejó en manos del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) a la sazón dirigida por el Capitán de Corbeta de la Marina de Guerra Mayor Cándido Torres Tejada, quien había sustituido al siniestro Johnny Abbes, que se encargaba en ese momento de dirigir la campaña contra la Iglesia y a la emisora Radio Caribe.
Pero en verdad Abbes seguía dirigiendo con sus ideas y tras bastidores al organismo opresor, para dar cumplimiento a la orden, Torres Tejada se dirigió a Santiago y le dio las instrucciones al jefe del SIM en la zona norte, el entonces Teniente Víctor Alicinio Peña Rivera y según escribe en su libro el propio Peña Rivera, este le expuso el plan de la siguiente manera:
Vengo de parte del ministro de las Fuerzas Armadas, General Román, para que dispongas el traslado a Puerto Plata de los esposos de las Hermanas Mirabal, la justificación del traslado será el descubrimiento de armas clandestinas dirigidas al movimiento que ellos encabezan, la idea es que ellos nos ayuden a determinar si las personas apresadas las pueden identificar como miembros del movimiento, una vez terminado esto les puedes decir que serán regresados a Salcedo de nuevo. Una vez trasladados les prepararás una emboscada en la carretera a las Hermanas Mirabal, deben morir y se simulará un accidente automovilístico, ese es el deseo del jefe.
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Al día siguiente el cabo de la Policía Nacional Ciriaco de La Rosa llegó a los cuarteles del SIM en Santiago para cumplir con el plan, solicitó cuatro agentes y un vehículo para conformar el escuadrón de acción, Peña Rivera asignó a Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Néstor Antonio Pérez Terrero, y Ramón Emilio Rojas Lora. El 18 de noviembre el escuadrón regresó sin cumplir la orden alegando que las hermanas Mirabal viajaban con niños, el 22 de noviembre regresaron de nuevo alegando las mismas causas, pero el 25 de noviembre se pudo comprobar que en esa visita no andaban con niños sino con un chofer (Rufino de la Cruz) y otra de sus hermanas (Patria), se decidió entonces ejecutar el macabro plan. Tras despedirse de sus respectivos maridos, en el patio de la fortaleza, las tres mujeres y el chofer, salieron rumbo a Salcedo.
Ya fuera de Puerto Plata, el jeep se desplazaba por la serpenteante carretera y al llegar al puente de Marapica, fueron detenidos por cuatro hombres que iban en un cepillo, el cual atravesaron en medio del puente. Las tres mujeres fueron obligadas, a punta de pistola, a subirse al asiento trasero del vehículo de sus verdugos, mientras tres de estos se montaban con el chofer en el jeep, dirigiéndose hacia La Cumbre donde estaba la casa, en la que les esperaba el capitán Peña Rivera para darles las instrucciones finales.
Los dos vehículos entraron al patio de la casa. Las hermanas y el chofer fueron llevados a la fuerza por los sicarios dentro de la casa. De inmediato, Peña Rivera hizo una seña a de la Rosa para que actuaran, retirándose hacia una lejana habitación de la casa. Entró a la casa y los repartió entre sus otros tres compañeros que debían ejecutar el plan, al igual que pañuelos para ahorcar a las víctimas.
Fue así entonces que durante varios minutos unos quejidos y alaridos que no pudieron escucharse fuera de la estructura de la vivienda construida de adobe y forradas de caoba fueron emitidos, y con la respiración entrecortada, los sicarios dieron por terminada su labor de exterminio.
Los cuerpos de las mujeres y el hombre ya no hacían ningún movimiento convulsivo, las apalearon hasta morir para luego introducir los cuerpos en el coche y simular un accidente de tráfico. El sargento de la Rosa se dirigió entonces al aposento donde estaba Peña Rivera y le dijo: «Señor, misión cumplida».
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