Hay personas que tienen serias dificultades para sentarse en un váter que no sea el de su casa. Los que sufren una fobia más radical a los baños públicos evitan incluso defecar en el trabajo, pero no hay que ser demasiado rarito para evitar hacerlo en un bar, una discoteca y, no digamos ya, en una gasolinera.
En casos de extrema necesidad hay quien cubre la taza del váter con papel higiénico e incluso se pone de cuclillas sobre esta –algo que, por otra parte, es bastante recomendable anatómicamente hablando–. Y es algo mucho más