En esta última parte del trabajo publicado ayer, pregunto al señor Felipe Lora: ¿Cuál de los haitianófilos conocidos por usted ha denunciado por los medios de comunicación o se ha quejado jamás de los daños que los haitianos causan a Dominicana, o sea, los daños que acabo de señalar más arriba? ¿Hay un descaro mayor que ese?.
¿Acaso fue tematizado o denunciado en las pasadas elecciones todo lo que yo estoy diciendo del daño de la presencia haitiana en Dominicana, como se hace en todos los países civilizados, donde los problemas nacionales se discuten en los períodos electorales? ¿Sabe usted que un agente intelectual de la burguesía dominicana, como lo es Bernardo Vega, agitó en los medios para que no se hablara del problema haitiano en el tiempo de la campaña electoral?
Señor Lora: ¿Sabe usted que aquí en Dominicana, por primera vez en su historia, coincidieron en un pequeño espacio temporal nadie menos que grandísimas figuras de la política internacional, como el vicepresidente de EE. UU. durante los mandatos de Obama y el futuro Presidente de ese país, Joe Biden (19/Junio/2014); Nancy Pelosi (03/Agosto/2015), actual presidenta de la Cámara Baja de EE. UU., Ban Ki Moon (17/Julio/2014), antiguo secretario general de las Naciones Unidas (ONU), y Hermann Van Rompuy (22/Julio/2014), antiguo presidente de la Unión Europea?
¿A qué vinieron esas grandísimas figuras de la política internacional? ¿A ofrecerle ayuda económica a Danilo Medina para paliar la pobreza del pueblo dominicano? ¡No, vinieron a torcerle el brazo a Medina para que dominicanizara a todo haitiano que vivía en el país esgrimiendo la asquerosa mentira del argumento de los derechos humanos!
¿Porqué Medina dominicanizó furtivamente y cuando nadie lo esperaba a unos 725 mil haitianos poco antes de abandonar el Gobierno?
G) Dominicana ha conocido en toda su historia hasta el día de hoy seis grandes oleadas inmigratorias que han conformado su población y, en parte, su cultura, a saber: la española, la cual fundó lo que fue luego el pueblo dominicano; la africana, la árabe, la china, la italiana, la alemana-austríaca durante la II Guerra Mundial, (llamada erróneamente «los judíos» de Puerto Plata y Sosúa); y la inmigración haitiana.
Las cinco primeras olas inmigratorias fueron muy buenas para la formación cultural y social de lo que vino a ser posteriormente República Dominicana. La haitiana ha sido funesta para el mismo propósito.
Ante todo culturalmente las masas haitianas en Dominicana significan una degradación civilizatoria de la población criolla, pues dichas hordas africanoides se hallan a un nivel evolutivo comparable al nivel de las tribus de las selvas africanas.
Práctica del vudú
No puedo desarrollar aquí y ahora esa idea por ser demasiado tarde en la noche.
Señor Lora, ya el gong de mi reloj de pared sonó doce veces, o sea, que ya pasamos de la medianoche y, por ello, tengo que terminar, pues el ser más importante de mi vida espera por mí en nuestro lecho matrimonial.
H) Concluyo (por ahora con una exposición muy sucinta de lo que yo llamo racismo a la inversa.
A nosotros los patriotas dominicanistas, los haitianófilos nos arrojan al rostro el escupitajo del «racismo».
Si eso es cierto, entonces los haitianófilos y los patriotas parece que coincidimos al seleccionar a nuestros compañeras (os) sentimentales o matrimoniales.
El racismo a la inversa consiste en que los haitianófilos nos acusan de despreciar a los haitianos (nas), respectivamente a los negros (as) ya sea como amigos cercanos o como compañeras sentimentales, pero ellos son los primeros en buscarse mujeres blancas para la intimidad sexual o matrimonial.
Yo no conozco ningún haitianófilo que conviva o que esté casado con una negra haitiana. Nada de eso. Para el disfrute de la intimidad erótica sólo aceptan blancas. ¡Eso es racismo a la inversa!
Sr. Lora: ¿Cuál haitianófilo dominicano conoce usted que conviva maritalmente o que esté casado con una negra dominicana y pobre?.
De la misma manera como usted me desea a mí un sueño reparador, así yo le deseo a usted un buen descanso nocturno patriótico y dominicanista.
El autor fue profesor de sociología de la UASD.
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