De lunes a martes, el número oficiales del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York (NYPD) enfermos con el coronavirus pasó de 100 contagiados a 177, mientras el alza de casos también se registró entre los civiles que trabajan en el Departamento, los que subieron de 29 a 34. Estas nuevas cifras representan un aumento de más del 60%, en tan solo un día.
“Lo que estamos viendo internamente como una agencia que está en la primera línea es
que todavía estamos en una subida ascendente”, dijo el comisionado de Policía Dermot Shea en una rueda de prensa junto al alcalde Bill de Blasio.
La Uniformada informó además, que el martes al menos 2,774 empleados del NYPD se reportaron enfermos, lo que representa el 7.6% de la fuerza laboral uniformada del Departamento, o 1 entre cada 13 oficiales. El lunes los que llamaron indicando que no podrían trabajar sumaron 2,407. Datos internos de la Policía demuestran que el número de oficiales que se enferman generalmente ronda los 1,000 en un día típico.
Las autoridades indicaron que es preocupante el rápido aumento de oficiales que se están enfermado y faltando al trabajo, ya que su labor es esencial en momentos en que se están reforzando las medidas para que los neoyorquinos permanezcan en sus hogares y respeten las reglas de distanciamiento social.
Sin embargo, el Comisionado no ha indicado todavía qué número de policías enfermos obligarían al Departamento a llamar a las reservas, similar a la respuesta que se dio en los días posteriores al 11 de Septiembre, o cuál es el plan que están preparando en caso de registrarse una ausencia masiva de oficiales en sus puestos de trabajo.
Shea dijo que no cree que la Policía de Nueva York tenga ningún “punto de quiebre” cuando se trata de niveles de personal.
Pero una buena noticia en medio de la crisis, es que en los últimos días se ha reportado una significativa reducción en los crímenes, con estadísticas que muestran que el lunes se registraron solo 117 crímenes en toda la ciudad, casi tan pocos como los 106 reportados el día de la tormenta de nieve del 27 de diciembre de 2010, que arrojó tres pies de nieve en los cinco condados.
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