MADRID.- Si un cirujano o un médico entrara a un quirófano o a una prueba con una mascarilla de tela hecha en su casa probablemente sería despedido. La razón no es otra que el equipo de los profesionales debe estar certificado y ser reglamentario.
Sin embargo, cualquiera puede diseñar y cubrirse la cara para cumplir con los nuevos requisitos de salud pública, que obligan o aconsejan llevar mascarilla para protegerse del coronavirus.
De hecho, los argumentos sobre la calidad y el estándar de los revestimientos faciales subyacen a polémicas recientes y explican por qué muchas personas piensan que no son efectivos para protegerse contra la Covid-19.
Tal vez el principal problema es que, si bien las mascarillas bien diseñadas se han utilizado de manera efectiva durante muchos años como equipo de protección personal (EPI), durante la pandemia del coronavirus la escasez de EPIs ha hecho que sea poco práctico para toda la población usar mascarillas reguladas.
¿Pero cómo se puede saber si una mascarilla casera es efectiva y protege del virus?
Simon Kolstoe, profesor en la Universidad de Portsmouth, ha escrito un artículo en Science Alert para ayudar a saber cuáles son las más efectivas y el método que hay que usar para comprobarlo. Según este profesor, lo primero que hay que hacer es comprender lo que entendemos por efectivo.
Dado que las partículas del coronavirus son de aproximadamente 0.08 micrómetros y los tejidos dentro de una cubierta de tela típica tienen espacios aproximadamente 1.000 veces más grandes (entre 1 y 0.1 milímetros), «efectividad» no significa atrapar el virus.
«En cambio, al igual que nos tapamos la boca cuando tosemos, el objetivo de usar mascarillas caseras de tela es reducir la distancia que tu respiración se separa de un cuerpo», afirma. «Por lo tanto, una cobertura efectiva de la cara no está destinada a evitar que el usuario contraiga el virus. Aunque desde una perspectiva personal podríamos querer protegernos, para ello deberíamos usar EPIs especialmente diseñadas, como mascarillas FFP2 (también conocidas como N95). Pero, al hacerlo corremos el riesgo de provocar escasez de mascarillas y potencialmente poner en riesgo a los sanitarios», añade.
Si la efectividad de las mascarillas caseras significa evitar que nuestra respiración viaje demasiado lejos de nuestros cuerpos, ¿cómo haríamos para comparar diferentes diseños o materiales?, se pregunta Kolstoe. «Quizás la forma más fácil, como lo demuestran varias imágenes o vídeos cada vez más compartidos en las redes sociales, es encontrar a alguien que «vapee» y filme su respiración mientras usa una mascarilla para cubrirse la cara. Una mirada a esa imagen disipa cualquier sugerencia de que estas mascarillas caseras eviten que se te escape la respiración», responde.
«En cambio, estas imágenes muestran que su respiración se dirige sobre la parte superior de su cabeza, hacia su pecho y detrás de usted. La respiración también es turbulenta, lo que significa que aunque se extiende, no llega lejos», continúa. «En comparación, si observa una imagen de alguien que no usa una mascarilla, verá que la exhalación se realiza principalmente hacia adelante y hacia abajo, pero a una distancia significativamente mayor que con la mascarilla».
Esta prueba nos dará pistas también para considerar el diseño de las mascarillas, si es necesario que ajuste más la barbilla, o la nariz. Otra prueba que, según Kolstoe puede ayudar a comprobar si nuestra mascarilla casera contiene las partículas que expulsamos al respirar, es intentar apagar una vela con una mascarilla casera puesta.
«El diseño de la mascarilla que hizo más difícil desviar la llama de la vela probablemente proporcionará la mejor barrera para proyectar el virus hacia adelante y a través de la cubierta facial», asegura. Según Kolstoe, la combinación de las dos pruebas proporcionaría una buena idea sobre cuáles de las mascarillas funcionarían mejor si el objetivo fuera evitar expulsar la infección potencial sobre otras personas.(Elmundo.es)
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