23 noviembre 2015

Dominicano sale de la cárcel y se convierte en próspero empresario

Dominicano sale de la cárcel y se convierte en próspero empresario
NUEVA YORK.- Ralphy Domínguez era un buen estudiante. Dominicano y residente en El Bronx, recibió una beca para estudiar en Boston. Pero en vez de cimentar con sus estudios una carrera, fue allí donde se torcieron las cosas.“Empecé a tomar drogas y con el tiempo terminé a cargo de un grupo de

vendedores”. Pero caminar sobre el filo de la navaja tiene sus consecuencias y para Domínguez, que ahora tiene 30 años, eso significó un arresto en 2009 y cuatro años y medio de cárcel.
“Tras salir de la cárcel busqué trabajo pero ‘el box’, te lo impide”.
El box al que se refiere es el lugar que hay que marcar cuando en un formulario de trabajo preguntan si se ha estado en la cárcel. Es algo que viene a ser como una segunda sentencia porque limita o imposibilita las oportunidades laborales e impide la adaptación a la sociedad.
Muchos de los recién liberados, sin oportunidades laborales, reinciden y vuelven a prisión. La mayoría que consigue trabajo lo hace gracias a organizaciones pero suelen ser puestos de bajos ingresos y poca proyección profesional y personal.
Domínguez decidió comenzar su propio negocio de accesorios de piel para hombres, un oficio que aprendió en la cárcel, y además fue seleccionado para participar en el programa de reinserción de la organización sin ánimo de lucro Refoundry, algo que le ayudó a dar alas a su capacidad al frente de su negocio, Pen & Pistol.
Refoundry es programa novedoso para incubar empresas de personas que han pasado por la cárcel. Quienes participan en este hacen muebles con maderas y otros materiales reciclados que por ejemplo se pueden encontrar en las obras de reparación de brownstones. Mientras trabajan en sillas, mesas, arcones y armarios aprenden a gestionar las operaciones de esta actividad (libros de contabilidad, ventas, envíos…).
Domínguez es el único de los actualmente cinco participantes que ya tenía medio en marcha su empresa. Los demás comenzaron de cero.
Refoundry se lanzó en abril de este año en Brooklyn de la mano de dos personas que hablan con pasión de la necesidad de reinserción efectiva. Se trata de Thomas Safian, que además es su director, y el mexicano Cisco Pinedo, fundador y creador de una empresa fabricante de muebles situada en South Central de Los Ángeles.
Safian, combinó su trabajo como profesor durante un tiempo con su afición por recoger muebles de la calle, restaurarlos y venderlos. Entonces vivía en Los Ángeles y terminó teniendo una factoría en la misma área que Pinedo. En 1998 volvió a Nueva York donde tuvo una muy conocida tienda de muebles en Brooklyn que cerró para ocuparse de su hijo. En sus labores como consultor entró en contacto con las organizaciones que ayudan a la reinserción de los ex reos, una causa que ha abrazado con pasión.
Safian lamenta el aumento de la población en las cárceles y que muchos de los presos siempre sean de barrios donde no abunda la oportunidad económica. Además, lamenta el costo que esto tiene para el país, porque tener a la gente en cárceles es caro y porque los trabajos que logran los expresidiarios suelen estar mal pagados y necesitan la asistencia del estado “durante años”.
La alternativa es que si no se les emplea bien, ellos creen sus empresas y encuentren sentido a su trabajo.
La larga experiencia empresarial de los dos co fundadores en el mundo de los muebles les está permitiendo ensayar la variante de un modelo para incubar empresas que ya puso en marcha Pinedo en su fábrica en California. “Antes de la crisis teníamos 280 empleados”, explica Pinedo por teléfono, “pero en 2008 el negocio bajó un 70% y no podía mantener a todos pero no quería despedirlos sin más, merecían una oportunidad y esperanza”.
Pinedo seleccionó a algunos a los que pidió que montaran su propia empresa, él les pagaría parte del salario, les dejaría usar el equipo de la fábrica y les guiaría. Al ser sus costes más bajos Pinedo les subcontrataba parte del trabajo y con esta ayuda, al cabo de los seis meses, estos trabajadores-emprendedores estaban al frente de sus empresas con otros clientes además de Pinedo.
“Estas personas han creado más de un centenar de puestos de trabajo y Cisco también porque ahora emplea a más gente que antes de la crisis”, explica Safian.
El modelo de Refoundry no es idéntico.
La idea es que Refoundry sea un espacio donde se forme a estos empresarios y a su lado, como satélites, estén las nuevas empresas que ya se han incubado, “10 o 12 dependiendo del espacio que tengamos y lo que hagan”. En este espacio se les hará seguimiento y se les ayudará con labores de oficina. “Si estas nuevas empresas necesitan mano de obra extra de forma intermitente porque haya picos de negocio, que los hay al principio, los que se están entrenando pueden incorporarse a sus actividades para seguir el entrenamiento”.
Refoundry quiere enseñar también que se pueden subcontratar servicios de maquinaria a otras empresas para limitar los costos. Cuando estén preparadas, estas empresas dejarán Refoundry para irse a sus comunidades a crear empleo.
La idea es que casi el 70% del capital que se necesita en Refoundry provenga de la venta de los muebles que hacen los participantes y el resto de donaciones de fundaciones u otras fuentes de capital. “En solo tres meses han tenido ventas de $60,000, la mayoría en el flea market de Brooklyn”, dice Pinedo para enfatizar que se puede hacer. Safian explica que con este dinero cubren el 25% de los costos operativos actuales. Él ha contribuído con $95,000 propios y Pinedo con $15,000 más además de bienes y servicios. Safian explica que necesitan captar $350,000 en los próximos meses para establecerse en un lugar permanente” (ahora les aloja Big Reuse en Brooklyn), “aceptar más participantes e implementar el modelo”.
Safian dice que West Elm y ABC Carpet han mostrado interés en sus muebles “porque les interesa el producto” y está impaciente por llevar este modelo a otros negocios para que quienes salgan de la cárcel rompan lo que el llama “el techo de cemento, no de cristal, que tienen laboralmente” con sus propios medios.
Reciclando vidas
Ronnel Brown participa como gestor de operaciones del programa de Refoundry recién abierto en Brooklyn. Conoce la cárcel porque su madre estuvo en ella y porque él también hizo cosas “que no debía” y pasó tiempo tras los barrotes. Brown es del South Central de Los Ángeles donde hay mucha población latina y aprendió español aunque la mayor parte de la conversación con él es en un inglés que deja entrever su interés por la poesía.
“Este trabajo nos da la libertad que no teníamos en la cárcel, siento que estoy reciclando mi vida y no sólo la madera”, explica. Brown dice que hay conexión de lo que hacen las manos con la cabeza y que se pone mucha dedicación en los muebles. “No nos resulta difícil vender nuestro producto porque hay mucho detrás de ellos. Esto no es solo un mueble, es el resultado de un buen programa”. Este hombre, dice que ahora que tiene 46 años está en el momento más feliz de su vida y que volverá a Los Ángeles en unos meses, donde está su familia, para ayudar a establecer Refoundry también allá.
“Lo que hacemos aquí es cambiar el box, porque yo no quiero estar en el box, vamos a cambiar eso”, dice.
Es algo que también está en los planes de James Eleby que ahora gana más que el salario mínimo y lo hace sonriendo mientras trabaja la madera. Eleby tiene 47 años y conoció el sistema penitenciario a los 15. “Desde entonces y según me ha dicho”, indica Thomas Safian, cofundador de Refoundry, “nunca ha estado más de 90 días libre”. “La cárcel se acabó para mí”, dice Eleby, “tengo el futuro por delante”.
Eugene Manigo, dice que en un año se ve al frente de un negocio. A este hombre no se le calculan los 63 años que tiene sobre todo por el ánimo que muestra después de haber pasado 30 años en la cárcel. “Este es el principio de una vida nueva”.
Candidatos para Refoundry
Safian dice que trabajan con personas entradas en la treintena y mayores porque son los que más preparados están para hacer un cambio en sus vidas. “Y buscamos lo que todos los empleadores, entusiasmo, ética de trabajo, responsabilidad profesional y personal, capacidad de comunicación, sentido del humor…

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