Santiago. Olvidadas, no solo entre la maleza, sino del accionar de las autoridades, se encuentran las ruinas de lo que fuera el segundo asentamiento de Santiago, alejándose cada vez más los planes de convertirlas en atractivo turístico.
De la villa por la que Santiago recibió el mote de los 30 Caballeros, donde el comendador Nicolás de Ovando estableciera dicho asentamiento en 1506 en Jacagua, destruidas por un terremoto en 1562, quedan los vestigios de un camino empedrado, de una construcción militar, muros y las escalinatas y paredes de lo que se supone fue la iglesia, reconstruida en el siglo XIX, y un pozo reformado en alberca, gracias a la vigilancia de los propietarios de los terrenos, que la han cercado para protegerla del ganado y de manos inescrupulosas, y esperan de una oferta económica del estado que nunca se concretiza, para venderlas.
En varias ocasiones se han anunciado planes para rescatarlas, declarándolas de utilidad pública, pero nunca han pagado la expropiación de los terrenos a los descendientes del militar francés Alexandre Benoit que lo adquirió tras su llegada al país en 1817. La parte donde están las ruinas pertenece a Josefina Benoit, quien junto a su hijo Enmanuel López Benoit velan por estas.
El historiador Edwin Espinal dijo en una ocasión, que los intentos por el rescate se han presentado sin ningún logro durante más de cien años: mediante Ley No.5225 de 1913 se declaró de utilidad pública la adquisición por parte del Estado; en 1969 se declaró Monumento Nacional, al igual que en el 1983, 1999 y 2008, mediante decreto del Poder Ejecutivo, que creó una comisión interinstitucional, y nada han hecho.
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