Este 31 de mayo se cumple el tercer aniversario de la partida del general Antonio Imbert Barrera, a sus 95 años, la mitad de los cuales vivió bajo los focos de la constante atención pública tras ultimar el 30 de mayo de 1961 al tirano Rafael L. Trujillo.
Antonio tenía entonces apenas 41 años y demostró que su amor por la patria era tan grande y su miedo tan pequeño, que no sólo arriesgó su propia vida sino la de toda su familia, a la cual estuvo siempre dedicado como hijo, padre, hermano y esposo amoroso, con prendas y virtudes morales excepcionales como atestiguan quienes le conocieron y trataron en la amistad y la familiaridad.
Esos, sus amigos cercanos y familiares, saben perfectamente el significado de una frase atribuida al genial papá de la universal Mafalda, el argentino Quino, quien decía que ante las averiguaciones sobre la vida de cada cual que puedan ser requeridas, por infundios, difamaciones o desconocimientos, las explicaciones muchas veces sobran, porque “los amigos no las necesitan, los enemigos no las creen y los tontos no las entienden”.
Comoquiera, en ocasión de este tercer aniversario, sin el aliento presente de mi esposo tras casi medio siglo de matrimonio, sí quiero referirme brevemente a lo que he visto que llaman “sombras”, de la vida de Antonio.
No estuvo entre golpistas
La primera “sombra” que injustamente le atribuyen es decir que el general Imbert Barrera tumbó al Presidente Juan Bosch en 1963. Se ha explicado mil veces que Antonio no estuvo entre quienes fraguaron y dieron ese golpe de Estado.
Tenía menos de un año con el rango de general de brigada dado por el Consejo de Estado a él y al otro sobreviviente de la gesta del 30 de mayo, don Luis Amiama Tió, como manera de tratar de garantizar su seguridad personal. Firmó el documento anunciando el golpe porque en ese ambiente enrarecido, con unas Fuerzas Armadas cuya oficialidad era abrumadoramente de extracción trujillista, habría sido suicida de su parte negarse a reconocer el hecho consumado.
Sin embargo, consta en diversas obras históricas que don Juan Bosch escogió a Antonio para escoltarlo en el buque de la Marina de Guerra que lo condujo al exilio, pues el depuesto presidente sentía que éste garantizaba mejor que cualquier otro su seguridad personal. Posteriormente Antonio y Bosch se distanciaron pero nunca por causa del golpe de septiembre de 1963.
Otra “sombra” atribuida a Antonio es su participación como presidente del Gobierno de Reconstrucción Nacional durante la Guerra Civil de 1965.
Quería evitar división
En diversas obras históricas consta también cómo en los días iniciales de la revolución Antonio realizó esfuerzos por evitar una división de las Fuerzas Armadas y conflagración entre hermanos. Al aceptar presidir el GRN, Antonio estaba convencido de que realizaba un servicio a su país en correspondencia con sus firmes creencias democráticas y anticomunistas. Quienes lo acusan de títere de los americanos desconocen la carta que dirigió al Presidente Johnson exigiendo la salida del país de las tropas de ocupación que él no solicitó.
Tendencias marxistas
El país estuvo dividido y Antonio escogió partido con la parte del pueblo -porque “pueblo” no era sólo la facción constitucionalista rodeada en pocas cuadras de la zona colonial de la capitaló que temía la posibilidad muy discutida en esos días de que políticos inspirados por Fidel Castro asumieran control del país.
Los acontecimientos posteriores confirmaron las tendencias marxistas de muchos del liderazgo constitucionalista.
El triste estado de países como Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros, donde han instaurado regímenes como el que rechazaba y evitó Antonio, habla elocuentemente sobre quienes tenían razón y quienes no.
Aparte de estas alegadas “sombras”, Antonio confirmó su compromiso y devoción por la democracia y la libertad en muchos otros momentos críticos de la historia reciente, como en la transición de 1978, o cuando el suicidio del Presidente Guzmán, o cuando se le solicitó dirigir la secretaría de las Fuerzas Armadas en 1987, y en muchas similares circunstancias menos conocidas.
SEPA MÁS
Una defensa.
Recuerda incesantes prédicas de Imbert Barrera sobre el valor de la libertad y la democracia cada vez que debía responder alguna pregunta de periodistas o las raras veces que hablaba en público.
Decisión de Bosch.
Explica que consta en diversas obras históricas que “Juan Bosch escogió a Antonio para escoltarlo en el buque de la Marina de Guerra que lo condujo al exilio”.
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