16 febrero 2016

Testimonio del doctor William Dauhajre “Mi experiencia con el accidente de Dominicana de Aviación del 15 de febrero de 1970”


Recuerdo con precisión absoluta ese 15 de febrero del 1970. Nuestra promoción médica se encontraba cursando el tercer año de Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y como no existía en el país un lugar donde se pudiesen colocar, conservar y optimizar la identificación adecuada de tal cantidad de restos humanos, las autoridades de la UASD ofrecieron para tales fines el Instituto de Anatomía situado dentro del Campus, cerca del Instituto de Oncología Dr. Pieter, y que ofrecía facilidades tales como grandes piletas llenas de formol y gran cantidad de mesas de disección de cadáveres con fines de enseñanza anatómica, por lo que el Instituto fue escogido por las autoridades a fin de llevar a cabo el proceso de depósito e identificación de las víctimas del fatal
accidente aéreo.
El Director del Instituto de Anatomía de la UASD en ese entonces era nuestro Profesor el Dr. Napoleón Perdomo y los estudiantes de 3er año fuimos convocados a fin de colaborar en el proceso de recibimiento y consejería a los familiares de las víctimas que acudían de forma masiva en busca de información de supervivientes y en fase final buscando siquiera algún tipo de restos de sus seres queridos, y lógicamente colaborábamos en la configuración de facciones y rasgos identificables de sus familiares ya que todos las víctimas presentaban prácticamente las mismas características horrendas de todo accidente aéreo y algunos eran identificados por prendas y accesorios de vestir. Recuerdo con pena y horror --y me perdonan que sea tan explícito, pero quiero narrarles la crudeza de la experiencia-- que de una de las azafatas solo pudo recuperarse parte de su cabellera y piel con un lunar característico en su cuello.
Los expertos afirmaron que por las características de las víctimas en este accidente, tales como cercenamientos de cinturas, fractura abierta de los huesos de los brazos a la altura del codo y faceout(desaparición de la cara), las víctimas estaban aún con el cinturón de seguridad colocado y esperaban el impacto, por lo que los expertos suponían que el piloto pudo haber accionado involuntariamente un sistema que se denomina”puente de cola”, que permite el desprendimiento total de la cola del avión en caso de amarizaje, y que (como dicen algunos testigos oculares), el piloto quizás activó el sistema y el avión expulsó la cola en el aire, lo que pudo haber ocasionado las características descompresivas en algunos de las víctimas, y además los tiburones de la zona hicieron estragos en los cadáveres y digo cadáveres porque los expertos concordaron que era prácticamente imposible que ningún pasajero pudiese sobrevivir luego del impacto del avión con el agua.
Otra teoría de los expertos era que se trataba de un atentado con explosivos, ya que en el avión viajaban la esposa y dos hijas del Héroe Nacional, General Antonio Imbert Barreras que acudió al Instituto con llanto y lágrimas en busca de los cadáveres de sus familiares y en forma desaprensiva, brutal e inhumana, fueabucheado por los anarquistas e inconscientes militantes de los grupúsculos de la UASD. Pero esta teoría fue descartada, pues vinieron expertos internacionales y extrajeron el material existente en losporos de la piel de las víctimas y no encontraron material explosivo alguno.
Ese proceso duró aproximadamente 5 largos días y recuerdo varias anécdotas relacionadas: como no se permitía la entrada a periodistas y mucho menos a cámaras fotográficas ni de video, y como en el accidente se presentaban varios nacionales puertorriqueños incluyendo el equipo de voleybolistas femeninas de las cuales ninguna tenía rasgos faciales (faceout), varios periodistas acompañados de varios familiares lograron penetrar al recinto ocultando las cámaras y cuando se disponían a usarlas nosotros descubrimos las sábanas que cubrían los cadáveres y les dijimos que si consideraban que estas imágenes tan crudas se les podían presentar a los niños de Puerto Rico y ellos bajaron sus cabezas y sus cámaras y abandonaron el recinto.
Pocas víctimas conservaban sus facciones y la integridad de sus cuerpos. Conversando con algunos rescatistas, éstos nos relataban que el cadáver del boxeador Carlos Teo Cruz fue encontrado flotando y que cuando iban a subirlo a la embarcación, un tiburón se apoderó del mismo. Solamente pude observar el cadáver de un niño que se encontraba íntegro y era el hijo de un funcionario de una empresa privada dominicana.
Todos los días se presentaban cuadros completamente desgarradores entre familiares que solo pretendían rendir un último tributo a sus familiares fallecidos, aunque algunos debieron desistir de ése propósito pues no fueron encontrados, otros con partes muy pequeñas que no quiero narrar para no provocar horror en ustedes pero que en mis más de 45 años de ejercicio de la medicina posteriores a ese fatal día no he visto horror parecido y aún recuerdo el olor inconfundible que produce la unión de restos humanos, sangre, agua de mar y formol.

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