Marcó su trayectoria el carácter dictatorial de sus gobiernos
Ese hombre rudo, valeroso y autoritario, que creció cuidando animales y sembradíos, se erigió en uno de los adalides del sostenimiento de la República Dominicana en las primeras guerras de liberación, luego de que fuera proclamada la separación de Haití en 1844, pero su legado sigue en discusión 154 años después de su fallecimiento.
Pese a sus méritos en el campo militar la memoria del general Santana y el reposo de sus restos en el Panteón Nacional, por disposición del entonces presidente Joaquín Balaguer, todavía provocan cuestionamientos en torno a su trayectoria histórica, al punto de que nuevamente el Congreso trata un proyecto de ley que pide que sus despojos sean sacados del solemne mausoleo.
El general y la leyenda
Luego de la declaración de la Independencia el 27 de febrero de 1844, el país tuvo noticias de que el ejército haitiano se aprestaba a invadir otra vez. Entonces, Pedro y su hermano Ramón Santana reunieron dos mil hombres para repeler la segura embestida.
La caravana de ese ejército mal pertrechado emprendió la marcha hacia la capital, procedente del Este. En una reunión con Tomás Bobadilla, a la sazón cabeza de la Junta Central Gubernativa, y dados sus conocimientos de la milicia, se le pidió a Pedro Santana que dirigiera la campaña que tendría que enfrentar a los invasores.
“Aumentada a unos 3, 000 soldados medianamente adiestrados, la tropa de Santana sale de la alarmada ciudad de Santo Domingo por el camino del Sur, incorporando en las poblaciones de tránsito nuevos, aunque pequeños, contingentes a su formación. Ahí van los dominicanos a enfrentarse a las poderosas fuerzas de Charles Herard que ascienden hasta 30,000 aguerridos soldados, bien entrenados y sedientos de sangre, saqueo y pillaje”, relató Rafael Molina Morillo en la obra Gloria y repudio, biografía de Pedro Santana, publicada en México en el 1959.
Al llegar a Azua, Santana formó su línea de batalla con dos piezas de artillería, en la entrada de la población, por el camino de San Juan. El 19 de marzo, 20 días después de la declaración de la Independencia, y cuando todos tenían la certeza de que triunfaría la embestida haitiana, se produjo el combate y vencieron los dominicanos en una acción considerada “heroica”.
“Los haitianos, que no esperaban tan decidida y valerosa resistencia, no pueden organizarse para emprender un ataque firme y acosados, principalmente por el arma blanca y las antorchas de los dominicanos, emprenden una fuga vergonzosa que deja la victoria en manos de la nueva nacionalidad”, afirmó el periodista.
Molina Morillo además contó: “En síntesis, Herard queda dueño de Azua, pero lo más importante ha sido logrado por los hombres de Santana: el impulso arrollador e incontenible que traían los haitianos, el mito de su invencibilidad ha rodado por el suelo en el primer combate de importancia efectuado entre ambos pueblos después del 27 de febrero”.
Después de ese episodio, Santana replegó sus tropas en Sabana Buey, de Baní, lo cual se le cuestionó en una junta militar y se le ha criticado históricamente.
Respecto a esa retirada, el historiador Juan Daniel Balcácer escribió que con la acción Santana no hizo más que sembrar inseguridad e incertidumbre entre la población, lo mismo en la capital que en la región del Cibao, a tal punto que, desde Santiago, Ramón Matías Mella comenzó a organizar una expedición armada para trasladarse al Sur, para así poder atacar a las tropas de Herard, acantonadas en Azua, pueblo que no tardó en ser reducido a cenizas por el ocupante haitiano.
No obstante, tras el inesperado y resonante éxito obtenido el 19 de marzo, Santana entró a Santo Domingo, desfiló por sus calles y fue vitoreado como un héroe salvador. Nacía su leyenda y retenía el mando del ejército.
Después, contó Molina Morillo, la población reunida en la plaza proclamó a Santana dictador y jefe supremo de la nación con facultades ilimitadas. Posteriormente el general aceptó el título de regente del país, pero no así el de dictador “por ser la dictadura funesta a los pueblos”.
Santana y otros conservadores desplazaron del poder a los trinitarios, gestores de la independencia, y el general consiguió que el Congreso lo declarara presidente de la República. También Santana logró que se le aprobara el famoso artículo 210, que señalaba: “Durante la guerra actual, y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y la armada, movilizar la guardia nacional y tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa y seguridad de la nación, pudiendo en consecuencia dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan sin estar sujeto a responsabilidad alguna”.
Debido a la aprobación de este artículo los adversarios de Santana lo acusaron de ser verdugo de los principios democráticos.
Al ocupar la presidencia de la Junta Central Gubernativa, el dominicano nacido en Hincha declaró traidores de la patria y desterró a los independentistas Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez y a otros trinitarios.
Además de la victoria lograda en la batalla del 19 de marzo, Santana también se destacó en otras contiendas, tales como en Las Carreras y El Número. En esas batallas asimismo sobresalieron otros, como fue Antonio Duvergé, calificado por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi como “el más gallardo” de los “capitanes en la lid contra el haitiano”.
Sombras en la trayectoria
Siguen pesando en la hoja de vida de Santana los fusilamientos de varios independentistas como fueron, entre otros, María Trinidad Sánchez, Andrés Sánchez, José Joaquín Puello, Antonio Duvergé y Francisco del Rosario Sánchez, reconocido en la posteridad como uno de los padres de la patria.
Además, después de convertirse en presidente Santana expulsó del país a varios trinitarios, entre ellos a Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez. Respecto a su impiedad manifiesta en muchos momentos de su vida, en el discurso pronunciado en la exhumación de sus restos en el Panteón Nacional, en el 1978, el presidente Joaquín Balaguer le reprochó que echara a puntapiés del país a doña Manuela Diez, madre del libertador Duarte.
La heroína febrerista María Trinidad Sánchez fue condenada a muerte en un juicio sumario, tras ser encontrada culpable de conspirar contra el gobierno de Santana, junto a otras personas, entre ellas su familiar, Andrés Sánchez. El dictador Santana escogió el 27 de febrero de 1845, en el primer aniversario de la proclamación de la Independencia, para ejecutar la sentencia.
Duvergé se convirtió en un respetado jefe militar en varias de las guerras de independencia, gracias a sus considerables condiciones de estratega. Tuvo gran protagonismo en varias batallas, entre ellas las del 19 de marzo (1844), el Memiso (13 de abril de 1844); Cachimán (abril de 1845); La Estrelleta (el 17 de septiembre de 1845) y otras.
Este héroe mantuvo diferencias con Santana y participó en un complot contra su gobierno, por lo cual él y su hijo Alcides Duvergé fueron fusilados en el 1855. Según dice Joaquín Balaguer en su obra El centinela de la frontera, Duvergé poseía un “valor casi suicida con que presentó siempre el pecho al enemigo”.
En cuanto a Sánchez, debido a su oposición a la anexión a España, promovida por Santana, el 1 de junio de 1861, y tras padecer encarcelamiento y destierro, penetró a territorio dominicano cruzando por Hondo Valle, Vallejuelo y El Cercado, para combatir la iniciativa. Cayó en una emboscada y fue herido. Sánchez y su grupo de rebeldes fueron trasladados a San Juan de la Maguana, donde fueron juzgados y fusilados en el 1861.
El pecado de la anexión
Igualmente, la figura de Santana ha sido cuestionada porque propició la anexión a España, por lo cual fue calificado de traidor e infame y llamado Judas.
El 18 de marzo de 1861, como presidente Santana anunció la anulación de la República Dominicana y la reincorporación del país a España, con el argumento de que los dominicanos nunca habían dejado de ser españoles.
Según el historiador Roberto Cassá este acto no tuvo un carácter fortuito, pues materializaba el componente central del programa de los sectores que casi siempre habían controlado las altas instancias del Estado, desde su mismo nacimiento en 1844.
“Con el propósito de una anexión que sepultara la facultad de autodeterminación del pueblo dominicano, estos sectores expresaban la ausencia de confianza de que un país pobre pudiese gestar un Estado habilitado para impulsar el progreso económico y afrontar la amenaza militar del vecino Estado Haitiano, explicó Cassá en el libro Héroes restauradores.
Como reconocimiento por su lealtad a España, la reina Isabel II le otorgó a Santana el título de Marqués de Las Carreras.
Repudiado por los dominicanos y por los españoles, que amenazaban con someterlo a un juicio en España y con la salud deteriorada, Santana tuvo una recaída a los 63 años. Pereció en su residencia el 14 de junio de 1864, en Santo Domingo.
“Al día siguiente de su muerte, el cadáver del general Pedro Santana recibe sepultura solemnemente en la Fortaleza Ozama, con todos los honores de capitán general con mando efectivo, junto a la Torre del Homenaje, como precaución para evitar que sus enemigos lo profanen”, narró Molina Morillo.
Antes, el 25 de diciembre de 1863, el Gobierno Provisional de la Restauración, mediante un decreto, lo consideró “culpable del crimen de alta traición, enajenando a favor de la corona de Castilla, la República Dominicana, sin la libre y legal voluntad de sus pueblos. En su artículo I la orden declaraba a Santana fuera de ley y autorizaba a todo jefe de tropa que lo atrapara a pasarlo por las armas.
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