Luego de una mala racha de relaciones amorosas, que por lo general terminaban en llanto y una enfermiza dosis de canciones tristes, María Isabel, una chica de 21 años, pensó que jamás encontraría el amor en su vida. Fue entonces que conoció a Esteban.
“Un día acepté su solicitud en Facebook y tuvimos química desde el primer momento”, cuenta la joven.
Su nuevo amigo era atento, divertido, la clase de persona con la que María se podía pasar hasta las dos de la madrugada hablando de absolutamente nada y al mismo tiempo de todo. Así fue como ambos no tardaron en entablar una relación amorosa en línea.
Todo parecía ser color de rosas. Solo había un problema: Esteban realmente no existía.
Perfiles falsos
“Catfish”, como se le conoce en inglés, es la práctica de crear y adoptar una identidad falsa por internet, especialmente en el entorno de las redes sociales, con el fin de emprender una relación en línea con otra persona.
Para lograr este cometido, quienes se dedican a este engaño suelen robar fotos de otros perfiles, haciéndolas pasar por propias, y adoptando nombres e historias falsas para acompañar la mentira.
Según estimaciones del gigante de internet Facebook, entre el 3 y el 4 por ciento de sus usuarios (aproximadamente de 6 a 8 millones) caen bajo la clasificación de este tipo decuentas falsas.
Indicios
A través de las redes sociales, Esteban era un joven dominicano que residía en España, y cuyas fotos y publicaciones revelaban su reservado carácter y vida social, razón por la cual a María no le extrañó el hecho de que toda clase de comunicación entre ellos se resumiera solo a una serie de mensajes de texto.
Por alrededor de ocho meses se mantuvieron en constante contacto. Esteban incluso llegó a prometerle que pronto se conocerían en persona cuando este regresara de visita al país en tan solo “unos meses”.
Y así transcurrieron las cosas hasta que, literalmente de la noche a la mañana, todo cambió.
“Un día desperté y su cuenta se había ido. Pensé que tal vez me había bloqueado pero entonces me di cuenta de que había borrado su Facebook”.
Tras varios días sin tener respuesta ni explicación, la deses-perada joven recurrió a una aplicación para celular que por medio de una foto de Esteban que tenía guardada la llevó hasta un perfil de Facebook que era el origen de las imágenes.
Inmediatamente reconoció a la persona en ellas: era su “Esteban”, solo que el nombre y apellido del perfil eran distintos.
En un principio pensó que se trataba de una cuenta alterna. Pero al indagar a fondo las fotos y publicaciones, y observar la activa y aventurera vida social de su propietario, muy distinta a la de su reservado amigo, comprendió que era imposible que él y Esteban fueran una y la misma persona.
Finalmente se puso en contacto con este desconocido, quien le confesó que ella no era la primera persona que lo contactaba al respecto. Fue así como aceptó la terrible realidad: que todo había sido un engaño.
Desde aquel entonces ya han pasado más de tres años, y lo único que queda de Esteban es el recuerdo y la incertidumbre que María guarda de este. No obstante ella asegura que no tiene resentimientos.
“No le tengo rencor”, expresa. “Aunque todo lo que me dijo haya sido mentira, creo que era una buena persona. Nunca me pidió nada ni me sentí usada, nada más era alguien que me escuchaba y me hacía sentir bonito... y eso era algo que verdaderamente necesitaba en ese momento”.
Y tal vez, sin justificar excusas, la historia de María y Esteban siempre se tratara de eso: de dos personas en un mal momento de sus vidas tratando de conectar una con la otra. Qué lastima que fuese a base de mentiras.
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