El 31 de octubre se celebra la fiesta de Halloween en gran parte del mundo occidental, principalmente en los países anglosajones. En Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Inglaterra, Australia y en otros que no tienen raíces inglesas, es noche de brujas, de miedos, de muertos, magias y monstruos místicos
La mayoría ignora el origen de esta celebración de mas de 2,500 años de edad y de variada procedencia, que debe su nombre a la contracción de la expresión inglesa “All Hallow’s Eve”, víspera del católico día de Todos los Santos menores. Aunque en los tiempos modernos se considera una fiesta estadounidense, sus raíces se remontan a los celtas, pueblo originario de Inglaterra, Escocia, Irlanda y el norte de Francia y de una posterior influencia romana.
El Samhain, festival de cosecha que marcaba el nacimiento del invierno, para estos primitivos pobladores y para quienes el cambio de estación era un momento de importancia mágica, celebrado entre finales de octubre y principios de noviembre. La noche del Samhain se abrían las ventanas entre el mundo de los muertos y el de los vivos, y los espíritus andaban sueltos buscando cuerpos para posesionarse de ellos y materializarse.
Para evitarlo se prendían grandes hogueras con sacrificios de animales y hasta humanos, para ahuyentar brujas y espíritus malignos. Se ensuciaban las casas para disuadir a las ánimas y se disfrazaban con pieles de animales para engañarles. Los espíritus acudían a pedir alimentos y dulces y si no los obtenían, les hacían travesuras y de ahí la frase “Treat or Trick” (trato o truco) del Halloween moderno.
A la llegada de los romanos, quienes celebraban la fiesta de Pomona, diosa de las cosechas y las frutas, se mezclaron esas celebraciones. Posteriormente los cristianos consideraron que los celtas adoraban al diablo, aunque este nunca existió en esa cultura.
En 1840 emigrantes irlandeses le añadieron la “Jack-o-lantern” (la calabaza hueca con una vela adentro), que procede de una leyenda de un Jack a quien le prohibieron la entrada al Cielo y también al Infierno, se paseaba con una linterna, que era un repollo hueco con un carbón ardiente adentro, que le había dado el mismísimo Diablo, buscando forma de ingresar a alguno de los dos lugares. Los americanos en vez de repollo usan una calabaza, más fácil de ahuecar.
Sus símbolos son: el negro de la noche y el naranja del amanecer, dulces, brujas, espantapájaros, calabazas con una vela dentro y la contagiosa alegría de los niños que lo celebran. Algunos lo asumen como algo criollo, pero es consecuencia de una alienante trasmutación cultural, impulsada por el interés comercial de vender, sin ligazón con nada dominicano.
Ni siquiera tenemos calabazas sino “auyamas”, que en nada se parecen. El fanatismo religioso ha provocado diversas reacciones, pero en el país no se trata de ninguna celebración mística ni con relación a la brujería como tal. l
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