27 julio 2019

La sociedad frenó el continuismo y probó que el poder no es absoluto

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La principal lección derivada de la declinación del presidente Danilo Medina a una segunda reforma constitucional consecutiva para mantenerse en el poder, es la falsedad del viejo axioma de que el poder presidencial es absoluto y que no se le puede desafiar sin riesgos de quedar aplastado.

La decisión presidencial anunciada el lunes 22 fue determinada por un conjunto de causas, nacionales y exógenas, pero lo fundamental fue la imposibilidad de conseguir a cualquier precio los votos necesarios para la reforma constitucional porque los opositores y la conciencia ciudadana hicieron costosa e imposible la compra y venta de legisladores.
Fracasó la compra de votos
Tal como se había advertido en El Tema de HOY del sábado 20, los promotores de la reforma constitucional para que el presidente Medina buscara un traumático tercer período gubernamental seguido, no pudieron comprar todos los votos que necesitaban para completar los 148 que constituyen los dos tercios de la asamblea nacional revisora.
El 10 de enero, bajo el título “El proyecto reeleccionista sigue confrontando serias dificultades”, sostuvimos que el reparto de los votos por bloques legislativos indicaba que al continuismo le faltaban todavía 40 para aprobar la reforma. Seis meses después, en “Parece que la reforma constitucional está congelada”, estimamos que aunque los votos faltantes se habían reducido a 29, ya parecían insuperables por la resistencia de los opositores a la reforma. Consiguieron reducir de 46 a 42 los legisladores comprometidos con el ex presidente Leonel Fernández y cooptaron a 7 de los 11 reformistas.
Pero el final de la legislatura, los plazos para las primarias de octubre y el creciente clamor nacional reclamando poner fin a la incertidumbre que ya dañaba la estabilidad económica, determinaron la declinatoria en el dramático discurso presidencial de la noche del lunes. El lenguaje corporal y facial de Medina mostraba contrariedad, tanta que no expresó directa y formalmente la declinación, dejándola implícita en el contexto de la alocución.
El axioma de que el Presidente dominicano lo puede todo ha persistido aunque no se avala en la realidad: Joaquín Balaguer fracasó en reelegirse en 1978, Antonio Guzmán no pudo en 1982, Leonel Fernández falló en modificar la Constitución en 1998 y tuvo que resignarse en el 2012, como también Hipólito Mejía no pudo ganar los comicios del 2004, tras haber reformado la Constitución dos años antes.
El continuismo derrotado
Aunque como Leonel en 1998, Danilo aduce que fueron sus enemigos quienes vendieron la idea de que él intentaba reformar la Constitución en aras de su reelección, ante todo el país quedó evidente que hizo hasta lo imposible por lograrlo. Lo venció el persistente rechazo de la ciudadanía, que promedió 68 por ciento en todas las encuestas del último año, la resistencia en su propio Partido de la Liberación Dominicana (PLD), la posición firme del Partido Revolucionario Moderno (PRM), de instituciones de la sociedad civil y una valiente defensa de la institucionalidad democrática por los periódicos, y en innumerables programas de radio y televisión, que superaron el inmenso aparato comunicativo del danilismo.
No hay precedente en el país de cuatro grandes manifestaciones políticas convocadas por diferentes sectores, confluyentes en la defensa de la institucionalidad democrática, como las realizadas en los 10 días que antecedieron a la decisión de Medina, protagonizadas por Luis Abinader y sus seguidores ante el Congreso el viernes 12, la Marcha Verde en Santiago el domingo 14, la de Leonel Fernández y los suyos el miércoles 17, y la de la Coalición Democrática por la Regeneración Nacional el domingo 21 ante el Altar de la Patria.
Medina fracasó porque subestimó la capacidad de resistencia de los leonelistas y los perremeístas, que blindaron a sus legisladores y expusieron a los que pudieran venderse al estigma social, con amenazas de “paredón moral” y expulsiones, y porque la prepotencia llevó a la militarización del Congreso Nacional, hasta en sus pasillos, lo que se constituyó en un escándalo internacional. Y ahí llegó la llamada del Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, motivada por la preocupación de que la desmesura sin precedente de una segunda reforma constitucional consecutiva, por los mismos actores, para un tercer período gubernamental continuo, pondría en riesgo la estabilidad política y económica del país.
Motivo para celebración
Contra lo que han dicho dirigentes políticos, el haberle puesto límites al poder del Estado y al presidencialismo, al caudillismo y el providencialismo tras más de un año de acoso, sí es motivo para celebrar y proclamar que es posible vencer la corporación política que por dos décadas ha manipulado el Estado, incluso con dos reformas constitucionales en los últimos 9 años. Pero no para una simple sustitución, sino para rescatar la institucionalidad democrática, la separación de los poderes del Estado y el desproporcionado clientelismo manipulador de los más pobres.
Para la oposición queda la lección de que una maquinaria de dominación tan amplia como la edificada por el PLD sólo puede ser enfrentada apelando a la movilización social y política, superando las simples declaraciones. Una parte de la oposición había aparecido dubitante en enfrentar la imposición de la candidatura continuista, bajo la falsa premisa de que no podían coincidir con la posición de Leonel Fernández, como si éste no hubiese sido mayor continuista cuando ha planteado que el PLD debe gobernar –si es posible con él a la cabeza- hasta el bicentenario de la República, es decir por otros 25 años.
El acoso danilista llevó la sociedad al hastío y el máximo estrés, desde el año pasado cuando en abril el Senado aprobó aquella absurda ley que obligaba a todos los partidos a elegir sus candidatos mediante primarias abiertas y simultáneas. Repitieron hasta la saciedad que tenían los votos para reformar la Constitución, hasta difundieron supuestos acuerdos con la oposición, para confundir, y llegaron a proclamar que el poder no se desafía, y que en el Congreso todos tienen precio, lo que llegaron a creer hasta muchos opositores y personas preocupadas por la institucionalidad democrática.

Los efectos secundarios
La capitulación de Danilo ha tenido efectos inmediatos en el fortalecimiento de Leonel Fernández para encarnar la candidatura presidencial del PLD. Al mismo tiempo el tono de resentimiento con él en el discurso del Presidente, y su afirmación de que el PLD necesita sangre nueva, ha determinado el incremento de las actividades de los aspirantes a la nominación que durante meses estuvieron frenados por el protagonismo reeleccionista.
Se habían presentado como alternativas a la sombra de Medina Reinaldo Pared Pérez. Temístocles Montás, Radhamés Segura, Carlos Amarante Baret, Francisco Domínguez Brito y Andrés Navarro. Tres con pocos recursos, Maritza Hernández, Manuel Crespo e Hipólito Polanco. Anunció su inminente lanzamiento el ministro de Obras Públicas Gonzalo Castillo, uno de los mayores promotores de la reelección de Danilo, y se habla de Francisco Javier.
Los sarcásticos agregan al Procurador General Jean Alain Rodríguez, atrapado en el encubrimiento del escándalo Odebrecht. Y no faltan quienes incluyen a la vicepresidenta Margarita Cedeño, la mejor situada en las encuestas después del presidente y de Leonel, su esposo, por lo que se cree que no se lanzará a hacerle competencia. Los malévolos dicen que el resentimiento de Medina con Leonel lo llevaría a darle apoyo a su esposa. Danilo podría haber decidido tarde, pues faltan sólo 9 semanas para que alguno de esa decena pueda superar al tres veces presidente Leonel Fernández, favorito en las encuestas, quien sueña con otro par de períodos y de ser posible hasta el bicentenario de la República en el 2044.-

Un presidente abrumado
El Danilo Medina que apareció en la televisión la noche del lunes 22 era un presidente abrumado por los tropiezos que lo obligaron a resignar su ambición de continuidad y forzado hasta por sectores empresariales, por un lado preocupados por el rechazo del gobierno de Estados Unidos a la imposición del continuismo, y por el otro por los síntomas de que los desaciertos y las repercusiones del escándalo Odebrecht y la militarización del Congreso empezaban a reflejarse en los indicadores económicos.
Ya el Banco Central había tenido que salir a liberar del encaje legal 34 mil millones de pesos y a reducir en 0.50 la tasa de política monetaria para incentivar el crédito y la actividad económica en retroceso en relación a los primeros meses del año pasado. Lo recogieron los observatorios del Instituto Tecnológico de Santo Domingo y de la Universidad Autónoma, el empresarial Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles, y economistas tan bien informados y centrados como Pavel Isa Contreras, Eduardo García Michel, Bernardo Vega y Haivanhoe Ng Cortiñas. Este publicó en el semanario El Dinero el artículo “Incertidumbre constitucional frena la economía”.
Pavel Isa documentó el día 23 en El Caribe una reducción del crecimiento del PIB en los primeros cinco meses del año, por efecto de la disminución de las exportaciones, del crédito a los productores, del ingreso de turistas y hasta de las importaciones. Otras fuentes indican reducción de la producción y el dinamismo industrial. También se registraba nerviosismo en el mercado de divisas. La convicción ha sido que el empeño gubernamental en una reforma constitucional sin apoyo estaba socavando el principal mérito de la gestión de Medina, el crecimiento y la estabilidad macroeconómica.
De nada habían valido los cientos de millones de pesos gastados durante meses en propaganda y en actos masivos que entre mayo y junio abarcaron todas las provincias y hasta Nueva York, sin que lograran abrir la brecha para colar la reforma constitucional.

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