Su proceder ante ciertos temas se interpreta como una falta de firmeza y coraje, lo que genera dudas
El principal problema que afronta en estos días el expresidente Leonel Fernández es un déficit de confianza entre sus potenciales favorecedores, acerca de su verdadera determinación de echar la pelea frente a la reelección, en cualquier escenario.
Aunque esa consideración no ha sido investigada en el mercado electoral por firmas acreditadas, consultas entre personas con vocación a apoyar una potencial candidatura de Fernández, indican que las dudas sobre la firmeza de su decisión son más que acentuadas.
Esa percepción genera en parte de su auditorio un estado de incertidumbre que a decir de muchos reduce el sentido de firme adhesión que reclama una propuesta al interior de una agrupación política en el poder.
La gente se basa en la flema con que se ha manejado el expresidente ante situaciones verdaderamente dramáticas, como el complot mediante el cual fue asociado a tratativas con el narcotraficante Ernesto Quirino Castillo, quien retornó al país bajo el manto de la protección del poder.
Para sus parciales aquello constituyó una grave desconsideración que ameritaba una respuesta más contundente, persuadidos de que la aparición de Castillo estuvo dirigida a disminuir su potencial como aspirante a la candidatura del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Ya había soportado la campaña que lo responsabilizaba del déficit fiscal y por un supuesto deterioro de las finanzas públicas, agrietado por el nivel de deuda recibido por el presidente Medina, lo que fue prácticamente oficializado por el entonces ministro de Economía Temístocles Montás.
El otro proceso referido a su comportamiento parsimonioso fue la forma en que aceptó la imposición de la reforma constitucional de 2015.
Entonces, el comité político del PLD se le viró para apoyar decididamente la aprobación de la reforma constitucional, y si bien la protestó con un vibrante discurso de defensa de la institucionalidad, posteriormente se integró a la campaña de la reelección del presidente Danilo Medina. Esa vez no sólo sufrió el transfuguismo de parciales en el comité político, sino que una buena parte de los legisladores que le respaldaron progresivamente fueron cambiando de filiación interna.
Más recientemente, el PLD abandonó su sentido de cuerpo durante la discusión del proyecto de ley de partidos, el cual se convirtió en una batalla entre el presidente Medina y el expresidente. Después de variadas jugadas de poder, fue visible cómo una fracción pactó con la oposición para imponer el método de las primarias para elegir los candidatos.
La convocatoria del comité central para decidir sobre el método de votación en la ley de partidos en lo que fue derrotado por el grupo dominante, constituyó otro escenario en el cual Fernández prefirió presentar una visión conciliadora ante sus seguidores para evitar una confrontación frontal. El proyecto fue convertido en ley en un proceso en el cual aparecía como un presidente de partido solo de palabra, sin ninguna capacidad de maniobra, arrinconado por el grupo dominante.
Al final, acogió una “solución” mediante la cual sugería la participación de las bases del partido para validar lo que ya el comité central había decidido. Fue una manera cantinflesca de aceptar la derrota como si hubiese sido una victoria.
Entre sus seguidores se teme que ese comportamiento persista en el porvenir y el desaliento y la falta de entusiasmo cunda, y debilite su potencialidad como precandidato presidencial.
La estrategia de Leonel
De acuerdo con sectores consultados, la inquietud no es ajena al expresidente, quien sin embargo ha preferido elaborar una estrategia de contingencia que se afirma en promover la integridad de la organización en cualquier escenario.
Parte del criterio de que es necesario evitar que las diferencias internas lleguen al extremo de imposibilitar una eventual reconciliación, convencido de que de todas maneras será el candidato del PLD.
Entiende que una agudización de las diferencias podría dificultar luego el reagrupamiento de todas las fuerzas, lo que haría más difícil la victoria de la organización en los comicios del 2020.
Es ese proceder, que se interpreta como una falta de firmeza y coraje, lo que genera es dudas. Obliga a pensar en el futuro, en el momento en que el presidente de la República declare que su destino como dirigente sea decidido por el pueblo y lo deje en manos del Congreso Nacional.
Al margen de la estrategia de Leonel
Pero al margen de la estrategia con que el expresidente Fernández se maneja, hay entre sus seguidores quienes piensan que debe priorizar el trabajo orientado a elevar la fidelidad de sus parciales, asumiendo posturas duras y hasta radicales.
Esas posturas duras deben implicar una negación del enfoque que sugiere la debilidad con que se proyecta frente a sus adversarios internos y que ese accionar será ahora más necesario que nunca por los eventos que están previstos para el 2019.
En efecto, es incierto lo que hará el sector adverso sobre la posibilidad de habilitar al presidente Medina mediante una reforma constitucional.
Y se preguntan, ¿cuál sería la posición de Fernández frente a un proyecto de convocatoria de la Asamblea Revisora para reformar la Constitución?
Tendría que adoptar una posición tajante desde antes de que se produzca una decisión en el Congreso en la dirección deseada por sus competidores.
Estaría empujado por lo que sería una violación de un acuerdo partidario y por el hecho material de que consumada la reforma, no tendría más alternativa que aceptar los hechos.
Para sus seguidores más radicalizados, una convocatoria de la Asamblea Revisora tendría que forjarse mediante un procedimiento non santo, que conllevaría alianzas o compras para reunir los votos requeridos. Para ellos, entrañaría una “ruptura definitiva”.
En ese escenario, tendría que confrontarse con un precandidato que a la vez es el presidente de la República, en un proceso electoral abierto, como en unas elecciones nacionales.
Resultan obvias las desventajas con que tendría que enfrentar Fernández a Medina. Implicaría competir con el gobierno y el Palacio Nacional. Un evento totalmente inédito en el país.
Aliento a las dudas
Es en ese escenario en que sus seguidores anidan dudas. Hay posturas radicales, que si bien entienden que no deben adelantarse posiciones, al menos hacer saber que un acto de esa naturaleza implicaría un rompimiento ipso facto.
Y son precisamente las dudas acerca de la decisión final que habrá de adoptar el expresidente Fernández, las que han generado lo que se denomina como un déficit de credibilidad sobre la firmeza y fiereza de su posición ante a los diferentes asuntos que se debaten en torno al poder y el PLD.
Otro escenario
Si Fernández acepta los resultados de una reforma constitucional, se sumiría en una nueva espera más allá de 2020. A esa espera habría que sumarle las derrotadas sucesivas después que salió del poder en el 2012. La potencial cita más cercana con el poder sería 2024, cuando ya estaría contando 71 años de edad y el sambenito de la falta de firmeza y energía para combatir con dureza a los contrarios. Renacer de ese letargo sería simplemente una proeza. De ahí es que parte de sus seguidores entiendan que el tiempo de Leonel es ahora, como última oportunidad para volver al poder, en una competencia de igual a igual, sin que medie el uso de los recursos del Estado, pero que al mismo tiempo no se tema al riesgo de una división del PLD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario