DURANGO, México — Una fuerte ráfaga de viento golpeó a un avión de Aeroméxico al momento de despegar y momentos antes de estrellarse, dijeron pasajeros y autoridades. Los 103 ocupantes tuvieron apenas unos minutos para evacuar la aeronave en llamas.
El avión intentó despegar el martes por la tarde de la ciudad mexicana de Durango en medio de una tormenta fuerte, pero se desplomó y acabó con su parte inferior contra el suelo en un campo cercano. Con las turbinas arrancadas, empezó a arder.
“Estuvo muy muy feo”, dijo Lorenzo Núñez, un pasajero de Chicago que escapó del avión con sus dos hijos y su esposa. “Se incendió en cuestión de segundos”, dijo a reporteros, chasqueando los dedos para enfatizar sus palabras.
Los sobrevivientes contaron que el avión, un Embraer 190, empezó a arder justo después de tocar tierra y deslizarse hasta detenerse.
“Sentíamos las llamas, estaban viniendo rápidamente (…) había mucho humo”, relató Jaquelín Flores al diario El Sol.
Otro de los pasajeros, Rómulo Campuzano, líder de un partido político del estado de Durango, contó a Foro TV que cuando escapó de la aeronave, ambas alas estaban en llamas.
El gobernador de Durango, José Aispuro, afirmó que una ráfaga de viento golpeó el vuelo AM2431, que cubría la ruta entre la ciudad de Durango y Ciudad de México, la capital del país, justo después de alzarse en el aire, lo que obligó al piloto a abortar el despegue.
Los pasajeros dijeron que escucharon un ruido fuerte cuando el ala izquierda del avión golpeó el suelo y ambas turbinas se desprendieron. El aparato acabó en posición normal y los toboganes de evacuación se activaron.
Los 99 pasajeros y cuatro miembros de la tripulación salieron del avión, pero el piloto resultó herido de gravedad.
Alrededor de 49 personas fueron hospitalizadas con lesiones. Algunas tenían quemaduras en un cuarto de sus cuerpos, dijo el portavoz de la secretaría de Salud del estado de Durango, Fernando Ros.
Aispuro dijo que se esperaba que todos los ocupantes sobrevivan.
Un sacerdote de Illinois estaba en el avión. La Arquidiócesis Católica Romana de Chicago dijo que el reverendo Esequiel Sánchez sufrió algunas lesiones, pero estaba alerta y descansando.
El gobernador Aispuro dijo que es demasiado pronto para conjeturar sobre la causa del desplome. Una falla mecánica o un error humano pudieron ser factores, pero el tiempo era desfavorable. Un viento fuerte y lluvia intensa con granizo del tamaño de canicas azotaron la ciudad de Durango, incluso causando daños en los hangares del aeropuerto.
“Lo más importante dentro de la gravedad de un accidente de esta naturaleza es que no hubo fallecidos. Eso es lo que más nos alienta”, dijo Aispuro en una conferencia de prensa.
Después del desplome, varios pasajeros se alejaron caminando del avión antes de que llegaran los equipos de emergencia. Algunos buscaron atención médica y otros corrieron con sus seres queridos. Las autoridades pasaron gran parte de la tarde rastreando a los sobrevivientes para asegurarse de tenerlos localizados a todos.
El director ejecutivo de Aeroméxico, Andrés Conesa, describió el día como “muy difícil” y dijo que la reacción oportuna de la tripulación y los pasajeros coadyuvó a la ausencia de muertos.
Conesa precisó que entre los pasajeros había 88 adultos, nueve niños y dos bebés y que la tripulación estaba compuesta por dos pilotos y dos asistentes de vuelo.
El directivo apuntó que la aeronave fue llevada a mantenimiento en febrero y que los tripulantes estaban bien descansados, ya que su jornada comenzaba en Durango.
Según el cibersitio Planespotters.net, el avión de medio alcance de fabricación brasileña tenía unos 10 años y perteneció a otras dos compañías antes de pasar a pasar a la flota de Aeroméxico.
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